Desde hortalizas a papayas tropicales, los agricultores del proyecto junto a la frontera con Perú transformaron un desierto virgen en un generador de alimentos. Trabajan para llegar con su marca a los supermercados.
Está todo listo para debutar en agosto. En medio de cultivos de tomates y pepinos, cinco hectáreas de papayas tropicales esperan la madurez. A un par de kilómetros de la frontera con Perú, Pampa Concordia es la zona agrícola más reciente de Chile y en solo ocho años sus agricultores han tomado un inesperado vuelo.
“Nos dimos cuenta de que había una demanda insatisfecha por frutas tropicales. Plantamos este año y ya tenemos una sala de procesos para manejar la producción”, explica Juan Carlos Cárdenas, presidente de Agrupación de Pequeños Agricultores de Arica (APAA), grupo que reúne a 80 pequeños productores de Pampa Concordia.
A diferencia de sus primas del Norte Chico, las papayas tropicales pesan más de un kilo, son dulces y se pueden comer frescas o consumidas como jugos.
Lograr un cultivo como las papayas tropicales en Chile es parte del ADN del proyecto Pampa Concordia. Tras la licitación de terrenos fronterizos fiscales de 1.050 hectáreas y las primeras siembras en terreno virgen al año siguiente, los pioneros agricultores se dieron cuenta de que el clima era menos frío que en Azapa o Lluta, los dos valles agrícolas tradicionales de la Región de Arica y Parinacota, por lo que el abanico productivo era mayor.
AGRICULTURA, HIJA DE LA PAZ
Para cumplir el Acuerdo de Ottawa, que busca la eliminación de la minas antipersonales, el Estado chileno trabajó varios años en sacar ese tipo de elementos bélicos de las zonas fronterizas.
En el caso del borde con Perú, quedó una franja de terreno importante al oriente de la carretera Panamericana. El Ministerio de Bienes Nacionales licitó en 2012 su uso agrícola a 25 años, con la posibilidad de extender el acuerdo por otra década. La superficie se dividió en cuatro bloques, dos de 100 hectáreas, uno de 350 hectáreas y otro de 500 hectáreas. El agua, siempre escasa en el norte, se traería desde un acuífero subterráneo a un par de kilómetros del mar, con pozos ubicados a solo 200 metros de la frontera.
Agricultores y empresas de diferentes tamaños postularon comprometiendo inversiones y dejando onerosas boletas de garantía.
Por ejemplo, la agrupación Valle Nuevo, que reúne a seis agricultores del valle de Azapa, ha invertido cerca de $4.000 millones en la habilitación y operación del bloque de 100 hectáreas que recibió hace ocho años. En el caso de la APAA, compuesta por 80 socios, recibió 350 hectáreas.
“En Azapa somos arrendatarios, los precios de la tierra son muy caros. Una hectárea puede costar entre 150 y 200 millones de pesos. Es muy difícil ser propietario, los arriendos tampoco son baratos, pues están entre 8 y 10 millones de pesos la hectárea al año. Por eso nos interesó mucho poder ingresar a Pampa Concordia”, señala David Ramos, gerente de Valle Nuevo.
Los socios de Valle Nuevo producen tomates en Azapa, los que luego son vendidos en la zona central. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que en la nueva ubicación podían ampliar la oferta de productos.
Pimientos, tomates en racimos, tomates peras, zapallo italiano, pepino de ensalada, entre otras hortalizas, salen de Concordia.
“Pudimos cultivar más productos, porque las mínimas rara vez bajan de los12 grados, por la cercanía con el mar. En Azapa, que está más al interior, las temperaturas mínimas son más bajas. Además el agua con la que se riega Concordia tiene muchas menos sales que la de Azapa. Es de mejor calidad”, sentencia Ramos.
Eso sí, independiente de los bloques de terreno logrados, todos han debido asumir que el agua disponible sirve para regar solo cerca de un tercio de la superficie licitada.
Con el paso de los ocho años han aprendido a ser más eficientes en el uso del agua. “Originalmente, con un litro por segundo de agua nuestros agricultores regaban 2 a 3 hectáreas, ahora con ese mismo volumen estamos en 4 hectáreas”, sostiene Juan Carlos Cárdenas.
MARCA COOPERATIVA
El efecto de Pampa Concordia ya se siente en las despensas de los consumidores chilenos. La oferta de hortalizas de invierno se ha ampliado y diversificado en los últimos años.
“Sin ser una región que es considerada agrícola, sin embargo, ya representamos el 30% de lo que se consume en hortalizas en el país. Para lograr eso ha sido fundamental el éxito de Pampa Concordia”, sostiene Cárdenas.
Ahora los pequeños productores de la APAA buscan una mayor profesionalización de sus actividades. Con fondos de Indap y de otros organismos más inversiones propias han logrado hacer cursos de gestión para sus asociados y tomar una mirada empresarial y no solo productiva, 27 de los integrantes de la APAA formaron la cooperativa Concordia Coop para vender y procesar de manera conjunta.
Su intención es orientarse a proveer a los supermercados, pues permiten tener un abanico de productos más amplio y con precios estables.
“El tomate larga vida varía mucho en cuanto a los precios. Las hortalizas de especialidad que se venden en los supermercados o en el canal Horeca son productos que se negocian con valores fijos durante el año. Sin embargo, para ingresar a ellos, necesitamos de una mayor formalidad. Se necesita invertir bastante en estudios que demuestren la inocuidad delos productos. Recién cotizamos la posibilidad de hacerlo con los zapallitos italianos y nos cuesta 600 mil pesos, y cada hortaliza debe ser estudiada de manera separada. Los socios de la cooperativa han tomado conciencia de que para crecer tienen que invertir. Eso representa un cambio importante, porque venimos de una cultura en que el agricultor pasa sus hortalizas y recibe billetes en el momento. Sin embargo, se ha generado la conciencia de que es necesario profesionalizarse. De hecho, ya tenemos cuatro cooperamos que tienen la certificación Global Gap”, sostiene Pedro Limarí, gerente de Concordia Coop.
Por lo pronto, la cooperativa inauguró un packing y una sala de procesos. Y se las traen en la cooperativa, como les interesa que su marca se asocie al respeto al medio ambiente, recientemente invirtieron $65 millones en paneles solares, a los que se sumaron $120 millones de parte de organismo fiscales, para que el packing funcione con energía sustentable.
Fuente: El Mercurio